La calle empedrada, en los balcones geranios...Todo parecía igual que siempre en aquel barrio. Los comerciantes y la algarabía de la gente que andaba y entraba a comprar diversos artículos en aquellas tiendas, con ese aspecto de inalterables...Yo, allí sentada, esperando que llegara mi madre de la casa de su tía... observaba a mi alrededor... sin nostalgia... todo el barrio que me había visto crecer.Mi historia se remonta a hace varios años.
Yo aún no había salido de casa sola, ni tan siquiera a la vuelta de la esquina a comprar el periódico. Mi mente divagaba por aquellas calles tan bulliciosas y mi corazón me latía fuertemente. El día del encuentro se aproximaba y yo no sabía aún que decirle. El sonido de la gente me impregnaba y me hacia sentir bien. No estaba sola, aunque en pocos días tal vez si lo iba a estar.Caminaba despacio para sentir cada una de las piedras de la calle. Suponía que si así lo hacía el tiempo sería amable conmigo y correría lento. Pero no era así...El tiempo me llevó de nuevo al presente, a aquel presente en el que yo esperaba sentada a mi madre (que estaba en casa de su tía), y no había sido amable con mis recuerdos... desperté de ellos soñando aún que era más joven... Mi madre no había vuelto, pero en la calle empedrada ya había menos gente... Miré al cielo nublado y respiré profundamente...Al fin se acercaba mi madre por la lejanía. Venía sola, sin su tía, y caminaba con paso firme y rápido hacía mí.
Cuando llegó poco nos dijimos, ella me cogió del brazo y continuamos nuestra marcha...Al día siguiente me desperté temprano, con unos años menos y sintiéndome la persona más feliz del mundo. Era el día del encuentro... por fin... mi mente había sido generosa y volvería a vivir aquella hermosa experiencia. Creía tener los ojos abiertos y casi no recordaba el futuro incierto que ya había vivido. Fui al servicio y me eché agua en la cara, me miré al espejo y me susurre sin esfuerzo: buenos días ser humano estupendo, hoy es el día del encuentro.
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