Casi nadie tiene un manual de vida.
Desde pequeños, no nos enseñan a vivir y a disfrutar de cada
instante, sino que nos bombardean con aprendizajes que muchas veces, no son
significativos para nosotros.
Vamos avanzando en nuestra vida, sin que la sociedad
competitiva y poco sociable que predomina actualmente, nos impulse realmente a
vivir.
Ya casi no tenemos tiempo de jugar o de relajarnos. Los
"deberías" y los "tienes que" de nuestra niñez los
interiorizamos, y se convierten en "debo" o "tengo que".
Esto hace que nosotros mismos limitemos nuestra forma de actuar, y nos genera
estados de ansiedad y de desánimo, lo que no contribuye a que vivamos mejor,
sino a todo lo contrario.
Entonces... ¿Qué podemos hacer para encontrarnos cada día
mejor y mejor?
Algunos ejemplos son los siguientes:
- No tener expectativas elevadas de lo que te deparará el
futuro.
Lo que uno espera, tiene que ser acorde a nuestras
capacidades. Sin son más altas las expectativas o lo esperado, y no conseguimos
nuestros objetivos, producirá en nosotros un estado de frustración, contrario
al sentimiento deseado de querer sentirnos bien.
Este punto está relacionado con el siguiente:
- Aprender a conocerse a uno mismo. Tanto mental, como
físicamente, como en otras facetas importantes para nosotros.
Nuestro cuerpo es lo que somos en nuestra mente. Si nuestro
estado mental es de calma y felicidad, nuestro cuerpo enfermará menos o incluso
no enfermará. Y al contrario, si conseguimos mantener un estado óptimo de
salud, a través de la alimentación o del ejercicio físico, nuestra mente estará
más tranquila y se adaptará mejor al entorno.
Si sabemos lo que nos conviene y lo que no, podremos hallar
el ansiado equilibrio mental que necesitamos para ser felices.
- Trabajar en lo que te gusta y te motiva o hacer que lo que
realizas te llene.
Muchos no tenemos un trabajo y otros no tienen un trabajo
que hayan elegido. Su actitud ante la vida, suele ser de desánimo y pereza. La
tristeza y la falta de impulso, pueden aparecer en nosotros para quedarse, al
no ser que hallemos mecanismos de afrontamiento ante esas circunstancias en
principio adversas.
Adaptarnos a lo que vivimos, pero disfrutando de cada
actividad como un nuevo reto, no ayudará a estar mejor.
- Apoyarte en los demás y en ti mismo.
Haz de ti mismo tu propio bastón. Sé tu propio terapeuta y
realiza actividades que te hagan sentir mejor. Escribir como terapia, puede ser
una de las acciones a tomar.
Recurre también a tus apoyos más cercanos. Pide lo que
necesitas. Expresa tus emociones y pensamientos. Sal de la guarida protectora
que te has creado en torno tuyo. Fuera hay mucho por lo que vivir.
- Y por último, cumplir deseos de la niñez.
Cuando era niña, y me preguntaban que quería ser de mayor,
casi siempre respondía que escritora.
Desde que recuerdo, esa palabra me hacía ser feliz y me
emocionaba.
Hoy, sigue haciéndolo.
Busca entre tus recuerdos y encuentra aquello que te
despertaba emociones positivas en tu infancia, y dirígete a ese deseo, de modo
constante y con paciencia.
La felicidad está a la vuelta de la esquina.
¿La ves?
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