Ese hombre
caminaba por la calle medio curvado, y mirando siempre al suelo.
Vivía en su
burbuja particular y nunca miraba al frente.
Sin duda, pensaba
que no era lo suficientemente importante para levantar la cabeza.
A pesar de todo,
nunca caminaba solo. Siempre tenía a su lado a su mejor amiga… Dónde él iba,
ella siempre le seguía, pasara lo que pasara.
Sin embargo,
aquella mañana fue diferente.
Su amiga lo dejó
solo. Había llegado su momento y se había escabullido entre las calles empedradas
y dispares de su ciudad.
Él no se dio
cuenta al principio de que ya no estaba acompañado. Continuaba mirando al suelo
y todo su mundo se centraba en la baldosa siguiente.
Un ruido de
sirenas le hizo percatarse de la situación.
Ella ya no estaba
y él comenzó a tener miedo.
“Vaya tontería”,
pensó, “Si nunca he tenido miedo a estar solo”.
Así que decidió
dejar pasar esos sentimientos que le paralizaban y buscar a su amiga por todas
las calles.
Gritaba su nombre
sin descanso y sin éxito, cuando una anciana con el pelo cano y algo encorvada,
se le acercó:
- Hace años que
dejé de estar a tu lado – Le dijo la amiga – No sé porque no te has dado cuenta
antes.
El hombre la
miró, se observó las manos y vio manchas en ellas.
El tiempo había
pasado muy deprisa y no había sido consciente de nada.
- Pero – Le dijo
a la amiga – Yo pensaba que me querías y que yo te quería y que por eso
caminábamos juntos.
La mujer suspiró
y le miró con los ojos hundidos:
- Siempre tuvimos
miedo de las palabras y del desencanto de la soledad acompañada – Le respondió
sin expresión alguna – Nunca hablábamos de nada que nos pudiera hacer cambiar y
un día – Cerró los ojos – Un día, dejaste de mirar si estaba a tu lado… Así,
que decidí irme.
- No me di cuenta
– Dijo el hombre medio en sollozos - ¿Volverás pasear conmigo amiga?
El silencio de
las calles y el frío del asfalto, en ese día tan lleno de nubes, se rompió con
el grito de la mujer:
- Por supuesto
amigo – Le dijo contenta – Te quiero y deseo compartir el mismo camino, juntos,
mirándonos y jugando… Sin miedo. Ha llegado el momento de que abras los ojos
antes de cerrarlos por completo.
El ahora hombre
anciano, suspiró y agarró de la mano a su compañera.
- Nunca es tarde
para comenzar – Observó.
Después de darle
las gracias, el hombre y la amiga, continuaron paseando por las calles, mirando
a cada paso a la persona que le acompañaba.
Y tú… ¿Has mirado
hoy quién te acompaña?
Abre los ojos.
2 comentarios:
¡¡Hola!! Te he descubierto hoy mismo. Será un placer seguir tus entradas inspiradoras y llenas de buenas intenciones. Un besito muy fuerte. :-*
Rocío
http://undiabueno.com/
Hola Rocío :D Me gustará mucho que leas mis entradas ;) Te sigo en tu página :) Muchos besos
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