Cierra los ojos y respira
profundamente tres veces.
Relaja todo tu cuerpo y deja que tu
mente solo se centre en tu respiración.
Toma aire a tiempo de cinco
segundos y expúlsalo muy lentamente.
Cuando te sientas preparado, quiero
que visualices tu interior.
Concretamente, observa como dentro
de tu estómago, hay un árbol muy anciano.
Tal vez sea una encina, o un pino.
Elige el árbol que más te guste.
El tronco de ese gran árbol tiene
un agujero que baja hacía las profundidades de la tierra (es decir, de ti
misma).
Empiezas a escuchar un hilo de voz,
muy suave, que te recuerda a alguien.
Te acercas al agujero y escuchas.
- Ayúdame – Dice la voz – Estoy
atrapado.
Sin pensártelo dos veces, agarras
la cuerda que llevas atada al cuerpo y te enciendes la luz que tienes en tu
frente.
Atas la cuerda fuera y comienzas a
descender por el profundo agujero.
La voz se hace cada vez más y más
nítida y puedes reconocerla.
Eres tú cuando eras una niña o un
niño.
Ahí estás, sentado al fondo del
todo, encogida de piernas y con la cabeza agachada.
Cuando llegas al lado de ti mismo,
le abrazas y le dices que no se preocupe, que todo va a salir bien, y atas
parte de la cuerda al pequeño.
Recuerdas entonces aquellas escenas
de cuando eras un niño, en las que te sentiste solo o herido por los adultos o
personas de tu entorno. Vienen a tu memoria, hechos enterrados por el paso del
tiempo, que nunca llegaste a digerir y que te marcaron algunos de los caminos
que elegiste.
Deseas que esa niña esté bien y le
ofreces tu mano.
Como por arte de magia, la cuerda
comienza a elevaros hacía la salida del árbol.
Estás muy contento de estar
rescatando a tu niño interior. Sabes que lo ha pasado mal, estando tanto tiempo
bajo tierra, y por eso, le animas y le dices que no volverás a olvidarte de él
y que te comprometes a recordar aquellas cosas que de pequeña te hirieron y que
nunca dijiste.
El camino de la sanación ha
comenzado.
Poco a poco, la cuerda llega a su
destino y ambos salís del agujero del árbol, abrazados el uno al otro.
Sientes el tacto y el olor de cómo
eras entonces. Sonríes. No hay tiempo. Se ha parado todo y te sientes protegido
y a salvo.
Le das las gracias a tu niña
interior por estar ahí y sabes que nunca más se hundirá en la tierra.
Respira profundamente una vez.
Regresa al ahora.
Abre los ojos.
2 comentarios:
Genial!!
Un abrazo
Way :) la.eu :D
Graciass
Besos
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