Cierra los ojos y respira
profundamente tres veces.
Imagina una playa desierta.
En ella, tan solo se escucha el
murmullo de las olas y el poco viento que hay.
Notas la brisa en tu cara y puedes
sentir hasta el tacto de la arena en tus pies descalzos.
Comienza a caminar despacio por la
orilla del mar.
El agua está cálida y muy
agradable.
Apenas hay olas, por lo que es muy
sencillo andar.
Paseas sin resistencia. Dejándote
llevar, como si fueras una ola en el amplio mar.
Respira profundamente una vez.
Tu mente está entretenida
observando cómo tus pies avanzan por la arena.
Eres consciente de que no hay
tiempo ni espacio.
Tan solo estás allí. Disfrutando de
ese momento de calma y felicidad tan merecido.
Ahora, decides sentarte en la cálida
arena.
No hay nadie a tu alrededor y tan
solo sigues escuchando el sonido del viento y de las pocas olas que llegan a la
orilla.
Te sientas afortunado y lleno de
paz.
Sabes que pase lo que pase, todo va
a estar bien. Todo va a salir bien.
Vuelve a respirar profundamente una
vez.
Ahí sentada, piensa en un lugar
mágico para ti. Puede ser cualquiera. Incluso puedes imaginarte en una situación
concreta que te guste revivir.
Cuando estés ahí, comienza a balancear
tu cuerpo en círculos.
Te sientes muy tranquila y con muchas ganas de
hacer cosas.
Tus proyectos, tus deseos y tus
planes, van llenándose de esa energía vitalizante que sientes ahora mismo.
Comprendes que no hay obstáculos para
conseguir aquello que te propongas.
Asientes y te dejas caer encima de
la fina arena.
Repite para ti:
Todo
está bien. Todo está saliendo bien. La vida es maravillosa.
Cuando creas que has cargando
completamente las pilas, abre los ojos.
Disfruta
del momento.
Carpe
diem.
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