Hacía tiempo que no la veía.
Allí estaba ella.
Con su sonrisa casi imperturbable y
sus ganas de vivir.
Me acerqué sigilosamente y le di un
beso en su sonrosada mejilla.
- Cuántos días, separadas – Me dijo
– He estado trabajando en unas ideas… Ven siéntate que te cuente.
Como si el tiempo realmente fuera
solo una invención, me acurruqué a su lado.
- En este lugar, hay muchas cosas
que hacer – Me señaló – Aunque creas que no hay vida, en la mayoría de las
ocasiones, hay mucha más vida que en donde vosotros respiráis.
Sus manos suaves, se tocaban entre
sí, con intención de expresar también de ese modo, la energía que se desprendía
de allí.
- Me parece que el silencio tiene
mucha más musicalidad aquí, que en tu realidad.
Poco a poco, fui escuchando el
sonido de la nada.
Allí estaba ella de nuevo.
Más viva que nunca.
- El miedo solo está en tu cabeza –
Expresó – No existe nada más que en tu mente.
Asentí.
- Ni siquiera son reales las
preocupaciones ni la pena.
Quise hablar y decirle que en eso
no llevaba razón.
Que la pena y la tristeza son igual
de reales que aquella conversación.
Entonces me di cuenta.
No estaba realmente allí.
Todo aquello estaba sucediendo
dentro de mí.
Ella falleció hace muchos años y
aquel beso en la mejilla no había sido más que un recuerdo nostálgico.
- Sé que no crees en lo que sientes
– Continuó – Ni siquiera crees en lo que ves.
Observé detenidamente su rostro.
Parecía real. Quizás no estaba
soñando.
- Puede ser… - Me atreví a decir –
Pero nada existe. Tú tampoco.
Convencida de que pronto
despertaría, le cogí la mano.
- Si que existo – Dijo con la
fuerza de alguien que sigue vivo – Y he aprendido mucho desde que me separé de
vosotros – Sacó un sobre de su bolsillo – Mira…
Algo temblorosa, cogí aquella carta
y comencé a leerla:
“La muerte no existe. Es solo un paso más en el camino”.
Me quedé quieta y la miré.
Aquella media sonrisa tan
característica de ella, me animaba a seguir leyendo:
“Cuando estás en este lado, sabes que nada es como aparece. El silencio
deja de ser silencioso y se vuelve musical”.
Callé.
Ella parecía bailar con mis
palabras.
- Continúa – Me dijo – Es para ti.
“Pero hay que vivir siempre con energía y vida. Estés donde estés y seas
cómo seas. Aprovechar el momento es igual de importante aquí que donde tú
estás. Aprendiendo en todo lo que haces. Sin miedo y sin preocupaciones”.
Asentí de nuevo.
Ella me apretó con firmeza la mano.
“Tú creas tu propia historia. Nada ni nadie es más importante que otro.
Si tienes miedo, acuérdate de mí. Yo sigo aquí. En este lado. Y siempre estoy
alegre”.
Sonreí.
Me quedé un rato observando
aquellos ojos que tanto había echado de menos.
- La muerte no existe – Me dijo con
aquella mirada sabia – Algo intuía cuando estaba en tu lado, pero es ahora
cuando puedo afirmarlo… Sigo viva aunque no me veas. Sigo llena de energía
aunque no lo parezca. Soy lo mismo que tú, aunque nos separe el tiempo o el
espacio.
Me acerqué de nuevo a su sonrosada
mejilla y le di otro beso.
- Gracias – Dije en susurro –
Gracias por venir a verme y enseñarme a vivir. Volveremos a vernos.
Con un leve sonido como de
campanas, desperté en mi cama, con el convencimiento de que ella había estado
muy cerca de mí aquella noche.
Respiré profundamente y con muchas
ganas.
La muerte no existe.
Abre bien los ojos y ¡Vive!
2 comentarios:
Como siempre, tu post te hace pensar.. La vida siempre es vida y aquellos a los que no vemos siguen viviendo en nosotros.,estén donde estén. Un abrazo
Hola la.eu :) Te agradezco mucho tu comentario ;) ¡Un fuerte abrazo!
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