Hace
pocos días en España, falleció una niña que participaba en un programa
televisivo, debida a una larga enfermedad.
Esa
noticia, nos abrió un poco los ojos a la realidad de muchas personas, entre
ellas niños y niñas de corta edad.
La
muerte forma parte de nuestra vida, aunque no queramos verla ni pensar en ella.
Cuando
le ocurre a alguien con tan poco tiempo vivido, casi siempre nos lamentamos por
él y por sus familiares y seres queridos. Lo mismo ocurre, cuando sabemos de
niños con enfermedades incapacitantes.
Aceptar
la enfermedad y la muerte, no significa someternos a la aflicción y a la pena,
sino todo lo contrario.
Aprendemos
de todos y de todo.
Los
niños también son maestros.
Ellos,
cuando se enfrentan a situaciones dolorosas y difíciles, se muestran muchas
veces, más maduros que los propios adultos.
Cuando
crecemos, nos vamos llenando de miedos y de estereotipos.
Cuando
somos pequeños, disfrutamos del ahora, aún inconscientemente, quizás, como
nunca lo haremos.
Un
niño o una niña enferma, son pequeñas luces en nuestro camino.
Luces
que nos hablan acerca de lo importante de la vida y de su inseparable muerte.
El
amor, aunque suene poco actual en estos tiempos repletos de materialismo, es la
clave de la felicidad y de esta vida, que anhelamos experimentar con todos
nuestros sentidos.
En
algún lugar del mundo, existe ahora mismo un gran maestro o maestra, ofreciendo
su sabiduría y amor, a los seres que los rodean.
No
están tristes, aunque sientan dolor. Siguen jugando, a pesar de las heridas.
Son
pequeños grandes héroes, en los que no me incluyo por supuesto, a pesar de
haber convivido con las limitaciones de una enfermedad, desde niña. Sin embargo,
desde mi corta experiencia con el dolor, puedo afirmar lo que he señalado más
arriba: el amor, los abrazos, las risas, los juegos y las caricias, son la base
interna de la sanación.
Cuando
hay amor, aunque siga existiendo el dolor y en ocasiones la pena, todo se hace
mucho más fácil y fluido.
Los
enfados, las riñas o los malos ambientes (creados en muchas ocasiones por los
adultos), hacen que el dolor se multiplique por diez y que las tristezas no nos
dejen disfrutar de esos pequeños seres, llenos de luz y de sabiduría.
Riamos
por ellos y con ellos.
Hagamos
de la vida ese lugar mágico que ya es.
Sigamos
el ejemplo de los más sabios.
Seamos
de nuevo niños.
4 comentarios:
Estupendo artículo, abridor de ojos.
Gracias Carol, un abrazo
Hola Carolina decirte que me encanta tu blog y me quedo por aquí un beso
Hola Milena :) De nada ;) Muchas gracias a ti por tus palabras. Un beso :D
Hola Paula :D ¡Genial!! Gracias por quedarte ;) Muchos besos
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