Por
la mañana le duelen tanto las articulaciones, que desearía gritar con todas sus
fuerzas.
Sin
embargo, se levanta muy despacio, se viste con esmero y tranquilidad y se pone
una gran sonrisa en la cara.
Ha
amanecido un nuevo día, repleto de cosas que hacer y de dolores que sortear.
Como
para la gran mayoría de las personas que viven con dolor crónico (es decir un
dolor que no se va, desde hace más de seis meses) el ritual de levantarse,
asearse y desayunar, ya es toda una aventura.
No
obstante, y a pesar de las dolencias, han aprendido a dibujar una sonrisa en su
día y un suspiro de alivio en sus noches.
Afrontar
el dolor crónico requiere avanzar paso a paso. Al igual que aquellos que han
sufrido un cambio en sus vidas, o están próximos a su muerte, las personas con
dolor, atraviesan varias fases, hasta que llega el día en que, aunque el dolor
siga presente, ya forma parte de sus quehaceres y de sus hábitos:
1)
Negación. Cuando vemos que el dolor no se va, que sigue presente a pesar de los
medios para mitigarlo, comenzamos a desear que nunca nos hubiera pasado aquello
que nos hace sentir dolor cada día. Nos encerramos en nosotros mismos y negamos
lo que nos está pasando. Nos esforzamos entonces, en actuar como antes, sin
tener en cuenta las señales que nuestro cuerpo nos envía, para parar o
descansar más a menudo. Queremos volver a ser lo que fuimos.
2)
Ira. Al darnos cuenta de que no podemos estar como estábamos, nos llenamos de
ira. Nos enfadamos con todos y con todo. No tenemos ganas sonreír ni de
compartir risas. Todo nos parece mal.
3)
Negociación. En esta etapa, hacemos pactos. Ya sea con el profesional de la
salud, con una fuerza superior o con nosotros mismos. Si volvemos a estar como
antes, prometemos por ejemplo, dejar de vivir enfadados, o dejar malos hábitos
que mantenemos a pesar de todo.
4)
Depresión. Cuando vemos que no sirven las negociaciones para que el dolor constante
desaparezca, nos cansamos de luchar contra las circunstancias y pensamos que
nada tiene solución. Entonces, nuestros pensamientos se vuelven tristes y
nuestros actos apáticos. Nos hemos dado cuenta de que el dolor seguirá con nosotros
por mucho tiempo.
5)
Aceptación. En esta última fase, hemos comprendido nuestra situación y nos
hemos adaptado a las circunstancias. Sentimos todos los días dolor, pero ya
apenas le prestamos atención. Forma parte de nuestro día a día. Unos días son
peores, otros mejores y algunas noches el dolor no nos deja descansar… Aún así,
somos conscientes de lo mucho que hemos aprendido de lo pasado y estamos
dispuestos a afrontar activa y positivamente los acontecimientos. Por fin,
volvemos a sonreír.
¿Tienes dolor crónico? Ten paciencia. Observa las etapas que he descrito y comprende
que poco a poco, podrás aprender a afrontar el dolor que sientes.
Por
todas esas fases, puedes pasar, en pocas semanas, en meses e incluso en años. Pero
al final pasarás por todas. El dolor lo mitigarán los medicamentos, las
técnicas analgésicas o el ejercicio físico, pero ese dolor leve o moderado,
seguirá contigo como un aliado más en el camino. Alguien de quien aprender y
con el que madurar. De todo se aprende. Del dolor crónico también, como he
podido comprender desde que comencé a tener dolor con nueve años.
Obsérvate,
mímate, cuídate… pero no te obsesiones en el dolor. Céntrate en las cosas
buenas que te rodean. Vive, ama, canta, baila y sonríe… Lo mejor está por
llegar.
¿Te
animas a vivirlo?
2 comentarios:
Es cierto el vivir con una enfermedad crónica el cual no tiene cura debe ser muy complicado mas si es que esta enfermedad no puedes ser costeada por el sistema Auge o estatal
Hola Hector :) Gracias por tus palabras :D Es así... Y cuando se recorta en salud, se recorta en la calidad de vida de todos los ciudadanos... sobre todo de los que más lo necesitan... Un abrazo :)
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