He
conocido un anciano que vivió una guerra.
Sus
manos huesudas y su tez oscura, resaltan las horas de miedos, dolencias y
preocupaciones que ha vivido.
A
pesar de todo, ese hombre es una persona con una visión clara y una mente
optimista.
Cree
en el poder de cada uno para superar lo indecible. Siente que todo lo bueno
siempre está a la vuelta de la esquina.
Él
ya está solo en su día a día. Camina despacio en la residencia donde está
aparcado, y sin embargo no se siente apartado.
Conoce
bien las nuevas tecnologías y a cada rato, mira el teléfono con intención de
intervenir en las redes sociales.
Está
encendido en su afán por ser escuchado. Dice que hay tanta gente como él
viviendo fuera de la sociedad, y que conocen tantas experiencias pasadas, que
no entiende porque no quieren escucharlos.
Si
no aprendemos del pasado, comenta, no seremos capaces de hacer el futuro.
Sus
hijos van a verle solo ocasionalmente, y como cada tarde se acerca a la sala de
rehabilitación a ejercitar su limitado cuerpo.
Me
cuenta que de joven estuvo viviendo lejos. Tuvo que buscarse la vida fuera. Hoy
está feliz de estar de vuelta. Y observa con recelo como todos los recursos que
necesitamos están aquí. No hay necesidad, apunta, de ir a ninguna parte. Tan solo
es necesario que se equilibren esos recursos.
Como
el gran sabio que es, disfruta de las horas perdidas. Donde él vive no hay
mañana. Solo el ahora, que lo rodea todo. En ocasiones la rutina fulminante de
la tarde lo hace desvanecerse en el silencio de sus ojos. Y cae en un profundo
sueño. Cuando despierta tiene ganas de jugar al dominó, de merendar y de seguir
contando sus experiencias.
Nada
le calla. Y casi nada le cansa. Tan solo la quietud de quienes dicen ser jóvenes
y adultos.
No
hay diferencias entre él y sus hijos o entre sus hijos y sus nietos. Él lo ha
vivido y sabe que su cuerpo es solo eso… Un cuerpo. Nada más que una funda
rellena de quién siempre ha sido. Dice que se siente más atlético y fuerte que
nunca. A pesar de su aspecto, el anciano es un niño.
Pienso
en quedarme con él toda la noche escuchando sus pericias por vivir, cuando una
amable señorita me invita cortésmente a irme. No se permiten más visitas… Y
aunque no son ni las 8 de la tarde, el grupo de quienes seremos muchos de
nosotros en pocos años, se ponen en fila esperando para entrar en el comedor.
Algunos
no saben si tienen hambre, otros tienen los ojos empañados por el adiós de sus
familiares, y otros caminan con el ímpetu de alguien que nunca ha comido.
Todos
ellos somos nosotros mismos. Tú, tu pareja, tus padres, tus hijos, tus nietos…
Todos y cada uno de nosotros, viviremos en esos experimentados cuerpos. Tú también
te sentirás joven a pesar de tu experiencia, aunque los demás te traten como si
no supieras nada. Vivirás más pronto que tarde en un lugar que no es tu casa,
con personas que no conoces, con dolencias que no alcanzas a imaginar. Serás parte
de esa parte de la población que grita para ser oída, que lucha cada día por
vivir feliz sin más miedos y preocupaciones.
De
hecho… ya eres uno de ellos. Todos somos ese anciano y anciana que conocemos.
El
pasado no existe. Es solo una ilusión. El futuro solo está proyectado en tu
mente. El presente te envuelve a cada respiración. Eres una luz en el camino. Una
fuerza similar a una enorme ola, que nunca termina de romper en las rocas.
Vive
cada día como si fuera el último. No esperes para hacer las cosas que deseas. Hazlas.
Eres
como has vivido. Eres como vives.
Disfruta
de cada instante y aprende a cada momento.
Hay
tantas cosas por descubrir…
Recuerda:
¡Vive ahora!
2 comentarios:
Cuanta razón. Solo vivimos pensando en lo que va a venir sin darnos cuenta de que la vida es el ahora y lo desaprovechamos pensando en un mañana que quizas nunca llegue.
Hola Anónimo :) Muchas gracias por tus palabras :D Es como lo dices... Casi siempre vivimos en el mañana o en el pasado y eso no nos hace disfrutar y ser felices cada día. Un abrazo :)
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