miércoles, 15 de octubre de 2014

Sánate a ti mismo

No hay soluciones rápidas. Todo necesita un proceso, que requiere de nuestra acción.
Sé qué esperas encontrar en otros esa varita mágica para estar y ser feliz.
Sin embargo tú sabes que eso no es así.
Tú eres responsable de tu salud y de tu felicidad.
Te conoces bien. Sabes lo que necesitas y cuando lo necesitas.
Sabes lo que te conviene. Sabes quién no te conviene.
Y sin embargo, sigues atrapada en un pasado que ya se fue. Adherida a una forma de pensar que no te beneficia.
¿Hasta cuándo crees que tu cuerpo y tu mente aguantaran?
Quizás piensas que la delgada liana por la que vas caminando, seguirá soportando el peso de tu pasividad y falta de acción, por mucho tiempo. Pero tienes que ser consciente de que al final todo cede.
Responsabilizar a otros de tu salud tanto física como psicológica no es la mejor opción para que ese puente siga en pie.
Imagina que estás en ese puente construido con una frágil liana. Aunque te quedes quieto, impasible ante los cambios y los avisos de tu cuerpo, tu peso hará que la cuerda se rompa.
Visualiza ahora la escena de querer que otra persona te coja en brazos y juntos comenzar a caminar por el puente… ¿Qué crees que pasará? La cuerda seguirá estable por unos segundos, pero pronto terminará cayendo. Al igual que tu salud (y la de aquellos a los que responsabilizas).
Toma la responsabilidad de tu salud. Adquiere la fuerza que ya tienes para dar esos pequeños pasos que te ayuden a cruzar el puente.
Al otro lado estás tú, más viva y saludable que nunca. Sanándote a ti misma y siendo consciente de tu poder.
Entonces… ¿Cómo comenzar a sanarte a ti mismo?
Para empezar puedes seguir estos sencillos pasos:
1. Sé consciente de que tu estado de salud depende de ti misma.
2. Acepta que el cambio es lento.
3. Alberga expectativas realistas sobre ese cambio o no tengas expectativas de lo que va a pasar.
4. Busca los recursos que te ayuden a avanzar por el puente hacia tu sanación.
5. Pide ayuda cuando la necesites, sin volcar sobre los demás esa responsabilidad que tienes sobre tu estado físico y mental.
Y sobre todo, sonríe.
Disfruta de las pequeñas cosas que te rodean.
No te dejes. No te pares encima de esa frágil liana.
Sigue caminando.


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