En
los días de frío, donde los resfriados hacen acto de presencia a cada instante,
te animo a que imagines en un lugar cálido y agradable, donde sanarte.
Cierra los ojos y respira
profundamente tres veces.
Pon una de tus manos en la
coronilla y la otra en tu pecho, mientras que tu respiración se hace cada vez
más lenta y tranquila.
Nota cada movimiento de tu respiración,
y acompáñalo con una afirmación positiva como: “Me siento sano, me siento bien. Me siento fenomenal”.
Ahora, más tranquila y con ganas de sanarte,
presiona un poco tus manos hacía dentro.
Respira profundamente una vez.
Imagina que un haz de luz dorado
atraviesa tu cuerpo, pasando desde la mano que tienes en tu cabeza hasta llegar
a tu corazón.
Te sientes muy relajada y feliz.
Céntrate en el sonido de tu corazón
y busca acompasar tu respiración con él.
Cada vez estás más y más relajado.
Las molestias que sentías siguen
ahí, pero en segundo plano.
Ahora mismo, nada te incomoda. Solo
deseas estar aquí y ahora, haciendo justo lo que estás haciendo.
De repente, un calambrazo agradable
que recorre todo tu cuerpo, te saca de tus pensamientos.
Lentamente mueve tus manos hacía tu
cara y tápatela con ellas, y repite para ti: “Todo está bien” cuantas veces desees.
Todo pasa y todo llega. Nada está
estático.
El movimiento de tu respiración te
ayuda a darte cuenta de que estás un poco mejor que cuando comenzaste la visualización.
Quédate en esa posición, con las
manos abierta en la cara, el tiempo que necesites.
Respira profundamente una vez.
Abre los ojos.
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