Cada vez vivimos más años. Alguien nacido este
año podrá llegar a vivir mucho más de un siglo. Y seguramente con buena calidad
de vida.
Sin embargo, estar vivo no es lo mismo que estar
despierto.
Saborear cada segundo como si fuera el último,
es una necesidad que hemos de aprender.
En ocasiones parece que caminamos con los ojos
cosidos al rostro. Todo se nos escapa de las manos y nuestras experiencias se
empobrecen a cada paso.
Últimamente leo en muchos sitios, temas
referentes a salir de nuestra zona de confort o bienestar. Nos dicen que
dejemos de tener esos miedos que nos atan a la rutina diaria. Todos y cada uno
de los días, hacemos una y otra vez las mismas cosas. Nos creemos inmaduros
para algunas experiencias y no nos sumergimos en ellas. Así, nunca llega el
cambio deseado.
A pesar de todo, cambiamos sin ser conscientes
de ello. Somos seres cambiantes y a cada minuto que pasa somos diferentes.
Buscamos los cambios fuera. Anhelamos que algo o
alguien exterior nos cambien, tanto a nosotros mismos como a nuestra vida. Y
nos quedamos con los brazos cruzados y los ojos cerrados.
El miedo como sabemos, nos paraliza. Sea un
miedo real u otro más sutil, nos hace ser personas miedosas y poco seguras de
sí mismas.
Sin embargo, todos y todas podemos ser
conscientes de nuestra vida.
Hemos de saber, que si hay miedo no hay
bienestar. Y cuanto más insistamos en repetir siempre los mismos actos y
pensamientos para no sufrir ni correr riesgos, más tiempo estaremos atados a
esa irrealidad poco feliz que hemos hecho nuestra.
A veces las cosas son más sencillas de lo que
nos parece.
Acércate
a una ventana, ábrela y cierra los ojos antes de mirar al exterior.
Cuando
estés ahí, intenta escuchar los sonidos que llegan a tus oídos. Siente en tu piel
cada sensación que te ocurra. Imagina que vives ahí. Delante de esa ventana,
con los ojos cerrados. Crees que no puedes ir a ninguna parte. Solo estar
quieta y pensar en esas limitaciones autoimpuestas. Al principio te resistes a
quedarte parado, pero tus miedos te avisan: no
te muevas, puede pasar algo terrible.
Respira
tranquilamente. Poco a poco vas pensando que estás bien así. No estás del todo
feliz, pero por lo menos estás.
Cuando
pase un rato sintiéndote así, abre los ojos y observa por la ventana. Hay un
mundo ahí fuera. Miles de experiencias, ideas y relaciones están esperándote.
No estás sola. Mirando detenidamente, observas a otros que como tú, están en
las ventanas, abriendo los ojos en ese momento.
Nada nos puede parar.
Somos seres conscientes y capaces de todo.
Únete al cambio.
Vamos a caminar con los ojos abiertos.
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