Cierra los ojos y respira profundamente tres veces.
Imagina
que estás en un prado verde.
Te
rodean miles de flores de diferentes colores.
Estás
descalza y tu cuerpo se siente liviano.
Notas
los latidos de tu corazón, fluyendo libremente y sin esfuerzo.
Todo
está en armonía.
Respira profundamente una vez.
Observa
a lo lejos.
Al
final de la llanura hay un árbol mecido por el viento.
Es
completamente verde y de sus ramas salen cientos de pequeños troncos de
colores.
Te
quedas absorto mirando los miles de colores que hay a tu alrededor.
Quisieras
formar parte de ese sitio.
Tu
respiración se hace cada vez más lenta y tu cuerpo está cada vez más y más
relajado.
Disfrutas
del momento sin pensar en nada.
El
colorido espectro que hay delante de ti te absorbe en una espiral de vida.
Ya
no te cuesta respirar ni tampoco estás atado a unas piernas.
Te
das cuenta de que puedes elevarte por encima de todo aquello.
Ahora
sí que eres parte del paisaje.
No
tienes forma y no pesas.
Esos
sí, eres de muchos matices.
Una
paleta colores que se ha transformado en viento.
Nada
te molesta.
Nada
te perturba.
Eres
tú. Allí arriba.
Volando
cerca del árbol al que ahora meces.
Sin
miedos y sin dudas, sabes que la vida es ese preciso instante.
La
felicidad te persigue.
Respira profundamente una vez.
Abre los ojos.
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